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lunes, 1 de octubre de 2012

Asesinada por ser Trabajadora Sexual

El fin de semana fue encontrada sin vida la primera ganadora del programa de televisión peruano "El valor de la verdad"; una joven de 19 años quien confesó delante de las cámaras que era bailarina de un night club y que había ejercido el trabajo sexual.
 
Ruth Thalía Sayas Sánchez, estaba desaparecida desde hacía 10 días. Su cuerpo fue hallado luego de que su ex pareja, Bryan Romero Leiva, se confesara culpable del femicidio y de haber enterrado el cuerpo de la joven mujer en un terreno baldío.
 
El objetivo de esta nota no es describir los detalles de lo sucedido, que ya es de público conocimiento, sino hacer un análisis y una denuncia de lo que esconde este atroz hecho.
 
No hemos leído hasta el momento una sola cobertura de los medios en la que el asesinato sea nombrado como corresponde: un femicidio, motivado por la violencia de género ejercida hacia la mujer.
 
Sobran pruebas en toda América Latina y el Caribe de que para ésta clase de delitos, las penas suelen resultar menores, bajo la excusa de que han sido desarrollados en el “ámbito de lo privado”.
 
De hecho si la policía descubre que Leiva asesinó a la joven para quedarse con el premio del concurso podrá ser condenado a cadena perpetua, mientras que de tratarse de una “venganza por sentirse engañado” (léase femicidio), podría recibir entre 15 y 30 años de prisión.
 
Algunas preguntas sirven como disparador para reflexionar sobre este suceso que no debería preocupar solo a quienes ejercemos el trabajo sexual, sino a tod@s l@s que luchan, desde distintos espacios, por un mundo donde las mujeres tengamos equidad en oportunidades, derechos y recursos.
 
¿Por qué no se habla de femicidio, acaso una trabajadora sexual es menos mujer que otra que no ejerce el trabajo sexual?
 
¿Por qué el trabajo sexual debe ser una realidad ocultada, un secreto?
 
¿Por qué alguien que lo ejerce o lo ha ejercido debe sentir vergüenza?
"Fue asesinada tras declarar en TV que era prostituta”, titulan los medios, atribuyendo a la confesión de la mujer cierta “responsabilidad” por haber generado la ira de su ex pareja.
 
Quién termina siendo la víctima, en el relato mediático, por haber sido “engañado”.
 
De esta manera el discurso de los medios contribuye a reforzar los estereotipos y el estigma hacia las trabajadoras sexuales, tratándonos como parte del problema.
 
Si bien el trabajo sexual, o despectivamente llamado prostitución, es un tema de interés para los medios de comunicación, las coberturas suelen victimizarnos o bien convertirnos en responsables de los conflictos sociales.
 
Se nos vincula con las drogas, los delitos y la violencia, escondiendo detrás de esas historias que “venden” la realidad de miles de mujeres que salen a trabajar para sostener hogares y generar los recursos para poder criar a sus hijos.
 
Los abordajes que la prensa hace de nuestra realidad suman estigma al estigma y no tienen en cuenta que somos mujeres con voz, con decisiones, con capacidad de decidir sobre nuestras propias vidas.
 
El trabajo sexual pareciera ser irritante como idea de trabajo, a diferencia de otros, porque pone en juego la esfera de lo íntimo, de la sexualidad.
 
La imposibilidad de muchas personas para aceptar nuestra elección de ejercer el trabajo sexual, está muy relacionado al hecho de que la sexualidad femenina se concibe como algo indisociable de los sentimientos y también sagrado por tener la capacidad de dar vida.
 
Así, se considera una amenaza para el orden social a mujeres que deciden autónomamente sobre sus cuerpos. Nos empujan al silencio, a escondernos.
 
Sino cómo se explica que una joven haya ocultado su verdadero trabajo a su familia, a su pareja, y peor aún haya dado a conocer la verdad a través de un programa televisivo que le ofrecía dinero a cambio.
 
Se premió “su valentía” por descubrir un tema tabú, un secreto.
 
En el caso de las mujeres que por decisión propia hemos elegido el trabajo sexual como medio de vida, los tabúes, los prejuicios culturales, funcionan como justificativos para que los Estados no reconozcan como un proyecto de vida nuestro trabajo.
 
La consecuencia es la ausencia de políticas de seguridad social, educación, salud, o incluso de justicia en casos como el de la joven peruana asesinada, que suelen quedar impunes.
 
Desde la RedTraSex exigimos por el total esclarecimiento y la máxima condena para los culpables de este asesinato y hacemos un llamado a la reflexión de todos los medios de comunicación que contribuyen a reforzar los estereotipos y la discriminación a las trabajadoras sexuales para asegurarse una buena venta, antes que contar las problemáticas y los abusos a los que nos enfrentamos como parte de la clase trabajadora.
 
Esperamos que otras organizaciones que trabajan en la defensa de los derechos de las mujeres -voces hasta ahora mudas en el asunto- se sumen a la búsqueda de la verdad y la justicia porque Ruth Thalía Sayas Sánchez se merece el mismo respeto que cualquier otra mujer de la república del Perú.
 
Todas las mujeres trabajadoras sexuales de la RedTraSex rechazamos la irrespetuosa y violenta invisibilidad en que la que nos han sumergido y declaramos que donde la impunidad continúe reinando, nos seguiremos organizando para que se respeten nuestros Derechos Humanos y se descubran las hipocresías sociales.
 
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