Se observarían mayores tasas de hipertensión entre aquellas personas que toman tratamiento antirretroviral, aunque la mayor supervivencia de estos pacientes en tratamiento podría explicar esta diferencia.
Un estudio publicado en Journal of Hypertension ha concluido que una cuarta parte de las personas con el VIH tendrían hipertensión.
Se trata de un metaanálisis que incluyó 194 estudios a escala mundial.
La prevalencia de hipertensión fue máxima en Norteamérica y en Europa central y occidental, aunque más de la mitad de las personas con el VIH e hipertensión vivirían en el África subsahariana.
La hipertensión estuvo más presente entre quienes tomaban terapia antirretroviral que entre quienes no la tomaban, aunque ello podría deberse tanto a efectos adversos de los antirretrovirales como a que las personas en tratamiento viven más años y la edad aumenta el riesgo de hipertensión.
La hipertensión es el principal factor de riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular.
En personas con el VIH, su papel es todavía más preocupante que en la población general, pues sus efectos perniciosos a nivel cardiovascular se vendrían a sumar a los derivados de la propia infección, que es en sí misma un factor más de riesgo cardiovascular.
Reducir el impacto de la hipertensión en personas con el VIH es, pues, un importante objetivo para mejorar su estado de salud y su calidad de vida.
Teniendo en cuenta que la población con el VIH está en proceso de envejecimiento (por las características específicas de la epidemia y, especialmente, por el notable aumento de la esperanza de vida que ha logrado la terapia antirretroviral), la carga de morbilidad cardiovascular será muy grande en los próximos años, por lo que llevar a cabo intervenciones de control de factores modificables que aumentan la probabilidad de padecer hipertensión debe ser visto como una intervención prioritaria en el ámbito de la salud pública global.
Detrás de la hipertensión vinculada al VIH pueden hallarse diversos factores de riesgo comunes a la población general (aspectos nutricionales, tabaquismo, consumo de alcohol, etc.) y otros de tipo más específico (principalmente la inflamación asociada al VIH y los efectos secundarios de algunos antirretrovirales).
Un metaanálisis previo de estudios realizados entre 1996 y 2014 ya había detectado que el 25% de las personas con el VIH tenía hipertensión.
Con el objetivo de actualizar y ampliar estos hallazgos, los autores del presente estudio seleccionaron para su metaanálisis estudios realizados entre los años 2007 y 2017.
El acceso global a los tratamientos antirretrovirales se expandió de forma masiva durante este periodo, al mismo tiempo que los nuevos antirretrovirales resultaban cada vez más eficaces y seguros.
Todo ello se ha traducido en un aumento importante de la esperanza de vida de las personas con el VIH.
Los investigadores identificaron 194 estudios elegibles para el metaanálisis, que acumularon un total de 394.776 personas con el VIH.
En el estudio se definió hipertensión arterial como tener mediciones de la tensión arterial superiores a 140 mm Hg y 90 mm Hg (en la tensión arterial sistólica y diastólica, respectivamente) y/o tomar medicamentos antihipertensivos.
La mayor parte de los estudios (un total de 84) fueron llevados a cabo en Europa y Norteamérica.
Un total de Cuarenta y dos estudios habían sido realizados en África Oriental o en África Meridional; 27 en América Latina o Caribe; 22 en la región Asia Pacífico y 17 en África Oriental o Central.
Al analizar los datos en su conjunto, la prevalencia de hipertensión en personas con el VIH fue del 24%.
Dicha prevalencia difirió de forma significativa en las diversas regiones analizadas.
Así, la prevalencia fue máxima en Europa y Norteamérica (del 28%); seguida por África Occidental y África Central (del 24%); América Latina y Caribe (del 22%); África Oriental y África Meridional (del 20%) y la región Asia Pacífico (donde la prevalencia fue del 17%).
La prevalencia de hipertensión fue mayor entre quienes tomaban tratamiento antirretroviral que entre quienes no lo tomaban (del 27% y el 16%, respectivamente).
Este hecho explicaría por qué la prevalencia de hipertensión fue aumentando durante el periodo estudiado, a medida que el uso de antirretrovirales se iba expandiendo a nivel global.
Sin embargo, ello no debe ser interpretado como un argumento en contra de tomar tratamiento antirretroviral, ya que a pesar de poder conllevar hipertensión como efecto secundario, es indiscutible el efecto beneficioso que la terapia antirretroviral tiene sobre la salud y la calidad de vida de las personas con el VIH, convirtiendo una infección de desenlace fatal en una infección de evolución crónica.
De hecho, no solo la hipertensión como efecto secundario explicaría las diferencias observadas: las personas en tratamiento antirretroviral viven más años y la edad es un factor de riesgo de padecer hipertensión.
Los investigadores concluyeron que unos 9 millones de personas con el VIH tienen hipertensión arterial.
A pesar de que la prevalencia de hipertensión en personas con el VIH es mayor en Europa y Norteamérica, el 59% de los casos se encuentran en el África Subsahariana (donde la prevalencia de la infección por el VIH es la mayor del mundo).
En dicha área geográfica, el manejo de la hipertensión es particularmente complicado ya que es frecuente que los centros médicos no dispongan de aparatos para medir la tensión y los problemas de abastecimiento de fármacos antihipertensivos son habituales.
Los autores consideran que, en la mayor parte de los casos observados, la hipertensión puede evitarse o manejarse interviniendo sobre diversos factores modificables.
Para ello, es esencial abordar factores de estilo de vida para reducir el riesgo de hipertensión tales como reducir el consumo de sal, dejar de fumar, aumentar el ejercicio físico y consumir más frutas y vegetales.
Website Aidsmap:
https://www.aidsmap.com/
Website Journal of Hypertension:
https://journals.lww.com/jhypertension/