Un estudio reciente, publicado en Clinical Infectious Diseases, comparó las principales calculadoras de riesgo cardiovascular en personas con el VIH.
El trabajo destaca una cuestión clave: ningún modelo ofrece por sí solo una estimación totalmente fiable para guiar la prevención de la enfermedad cardiovascular.
El análisis se basó en los datos del estudio REPRIEVE, que incluyó a más de 7.700 personas con el VIH sin antecedentes cardiovasculares. Las predicciones variaron de forma notable según la herramienta empleada.
Los resultados señalan la necesidad de un abordaje individualizado. También recomiendan tomar decisiones compartidas entre profesionales y pacientes al iniciar tratamientos preventivos, como las estatinas.
Tres modelos, tres resultados distintos
La investigación comparó tres ecuaciones de riesgo utilizadas en distintos entornos sanitarios: PCE, PREVENT y SCORE2. Los autores evaluaron qué proporción de los participantes cumplía los criterios para recibir estatinas, según cada modelo.
El riesgo cardiovascular estimado a diez años fue mayor con PCE (4,4%), intermedio con SCORE2 (3,3%) y menor con PREVENT (2,2%).
En comparación con PCE, PREVENT reclasificó al 38% de las personas de un riesgo alto (más del 5%) a uno más bajo. SCORE2 lo hizo en el 27% de los casos.
Estas diferencias implican que una misma persona podría ser considerada de “alto riesgo” en un modelo y de “bajo riesgo” en otro.
El análisis también estimó la incidencia de eventos cardiovasculares mayores (MACE, infarto, ictus y otros) y el número necesario de personas a tratar en cinco años (NNT5) para evitar un evento. De forma destacada, los grupos con menor riesgo según PREVENT mostraron un NNT5 similar al del grupo de riesgo elevado definido por PCE.
En consecuencia, el uso de determinados modelos podría reducir la prescripción de estatinas, aunque también aumentar la probabilidad de sufrir eventos cardiovasculares.
Más allá de las calculadoras: juicio clínico y equidad
Los resultados confirman lo que muchos especialistas ya sospechaban: los modelos tradicionales no reflejan del todo las particularidades del VIH ni los efectos del tratamiento antirretroviral.
Factores como la inflamación crónica, el tiempo de infección o el tipo de terapia influyen en el riesgo cardiovascular, pero no suelen incluirse en las fórmulas de predicción.
Por eso, las calculadoras tienden a infravalorar el riesgo en la población con el VIH.
El estudio destaca la importancia de combinar las herramientas de cálculo con el juicio clínico.
Cuando la puntuación de riesgo se encuentra en el límite, conviene valorar otros indicadores: un recuento nadir de CD4 bajo, alteraciones metabólicas o antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular.
En estos casos, iniciar una estatina puede ser una decisión prudente y razonable.
También se destaca un aspecto de equidad en salud: las calculadoras tienden a subestimar el riesgo en mujeres, personas jóvenes y personas de algunas etnias.
Este sesgo puede provocar una menor prescripción de tratamientos preventivos y perpetuar desigualdades en la atención sanitaria.
Por ello, los autores recomiendan interpretar los resultados con prudencia y tener en cuenta el contexto personal y social de cada persona con el VIH.
Website Clinical Infectious Diseases:
https://academic.oup.com/cid
