Los beneficios clínicos se mantendrían incluso si la vacuna ofreciera una baja capacidad de protección.
Un estudio teórico ha concluido que una hipotética vacuna frente al virus de la hepatitis C (VHC), aunque su eficacia fuera baja, podría conllevar reducciones significativas en las tasas de transmisión de dicho virus entre personas usuarias de drogas intravenosas (UDI).
Cabe destacar que actualmente aún no existe ninguna vacuna frente al VHC, aunque hay varias candidatas a vacuna en desarrollo.
Los datos de los ensayos clínicos que llevaron a la aprobación de los nuevos antivirales de acción directa (DAA, en sus siglas en inglés) frente al VHC y los resultados de su uso rutinario postaprobación han evidenciado la elevada capacidad curativa de dichas terapias, lo que podría repercutir en la prevalencia poblacional de la hepatitis C y, como consecuencia, en la tasa de nuevas infecciones.
Sin embargo, se trata de tratamientos muy caros que son racionados por los sistemas sanitarios, algo que limita notablemente su impacto preventivo de nuevas infecciones a nivel poblacional.
El desarrollo de una vacuna frente al VHC supondría una medida preventiva mucho más coste-efectiva que el tratamiento de las personas con VHC mediante DAA –al menos a los precios actuales–.
Este razonamiento es el que llevó al equipo internacional de científicos del presente estudio a establecer un modelo teórico en el que se evaluaba el impacto de una hipotética vacuna frente al VHC sobre la transmisión de dicho virus entre usuarios de drogas intravenosas.
El modelo contempló tres posibles escenarios: vacuna de baja eficacia (protección del 50% durante 5 años), vacuna de moderada eficacia (protección del 70% durante 10 años) y vacuna de alta eficacia (protección del 90% durante 20 años).
Los investigadores usaron como escenario de su modelo el Reino Unido, donde el 60% de las personas usuarias de drogas intravenosas presentan anticuerpos frente al VHC, un indicador de infección (presente o pasada) por dicho virus y un 40% presentan infección crónica activa.
El modelo se orientó para determinar el número de vacunaciones necesarias para obtener los mismos resultados que tratando con DAA a una persona con VHC, además de para calcular las tasas de vacunación necesarias para reducir la incidencia y la prevalencia de la infección entre la población de UDI en, respectivamente, un 25%, un 50% y un 75% en 20 y en 40 años.
Siguiendo el modelo generado para el estudio, se obtuvo que partiendo de tasas anuales de vacunación de 100 por cada 1.000 UDI se podrían alcanzar reducciones del 35%, el 65% y el 85% en la prevalencia a los 40 años con vacunas de baja, moderada y alta eficacia, de forma respectiva.
Unas tasas anuales de vacunación de 50 de cada 1.000 UDI reducirían la prevalencia a los 50 años en un 20% si la vacuna es de baja eficacia y la reduciría a la mitad a los 30 años si la vacuna fuera de alta eficacia.
Una vacuna de baja eficacia no reduciría a la mitad la prevalencia en 20 años, pero sí podría conseguirlo en 40 años con tasas de vacunación elevadas (de 162 vacunados anuales por cada 1.000 UDI).
Si la eficacia de la vacuna fuera superior sería necesario un menor número de vacunados anuales para lograr el mismo efecto.
Así, en vacunas con eficacia moderada y alta, se obtendría una reducción de la prevalencia a los 40 años del 75% si se tratara a 138 o a 79 de cada 1.000 UDI, respectivamente.
Para reducir la incidencia, el número de vacunaciones necesarias sería inferior al calculado para reducir la prevalencia.
Así, una vacuna de potencia moderada precisaría vacunar a 64 y 129 de cada 1.000 UDI para reducir a la mitad, respectivamente, la incidencia y la prevalencia a los 20 años.
Al comparar los efectos del tratamiento con DAA con el uso de una vacuna, el estudió concluyó que para reducir en un 25% la prevalencia de infección por VHC a los 40 años en UDI, sería necesario vacunar a 3,4; 6 o 13 veces más personas que las que sería necesario tratar con DAA para lograr el mismo efecto si se usara una vacuna de alta, media o baja eficacia, de forma respectiva.
En cambio, en lo relativo al impacto sobre la incidencia, la relación entre vacunados y tratados necesaria para conseguir un efecto similar sería más asumible.
Así, con una vacuna de eficacia moderada sería necesario vacunar a 5 personas por cada persona tratada para reducir a la mitad la incidencia de la infección por VHC en UDI en 40 años.
Los resultados del presente estudio muestran cómo el desarrollo de una vacuna frente al VHC –siempre que saliera al mercado a un coste muy inferior al de los DAA– podría tener un impacto significativo en la incidencia y la prevalencia de la infección por VHC entre usuarios de drogas intravenosas.
Dicho efecto se lograría incluso si la vacuna fuera de baja eficacia, por lo que este hecho podría dar cierto impulso a varias candidatas a vacuna frente al VHC actualmente en investigación.
Fuente: Aidsmap
Referencia: Stone J et al. The potential impact of a hepatitis C vaccine for people who inject drugs: is a vaccine needed in the age of direct-acting antivirals? PLOS One 11(5): e0156213. doi: 10.1371/journal.pone,0156213 (2016).
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