Es aconsejable valorar la posibilidad de introducir cambios en la dieta o los hábitos de ejercicio para evitar o minimizar la disminución de la masa magra y el aumento de los niveles de grasa observados a largo plazo en personas con el VIH en tratamiento.
Un equipo de investigadores de EE UU ha realizado un análisis comparativo de la evolución de la masa magra y la grasa en personas con y sin el VIH a lo largo de aproximadamente 7 años.
Se observó que las personas con el VIH experimentaron un mayor aumento de grasa y masa corporal magra en el transcurso de las primeras 96 semanas de terapia antirretroviral (en comparación con las personas seronegativas).
Sin embargo, pasadas esas 96 semanas y a lo largo de otros 5 años de observación, las personas con el VIH perdieron masa corporal magra en comparación con el grupo de personas seronegativas y, además, siguieron acumulando más grasa.
Sus resultados han sido publicados en la revista AIDS.
La distribución de la grasa y masa magra corporal tiene gran impacto sobre la salud general y, de hecho, la pérdida de masa magra y el aumento de grasa corporal puede desembocar en la aparición de enfermedades relacionadas con la obesidad (como la diabetes) y en una merma de la condición física de las personas.
Cuando las personas seropositivas inician por primera vez su tratamiento antirretroviral, generalmente ganan masa grasa y masa magra a medida que su salud mejora.
A pesar de ello, muy pocos estudios han examinado los cambios en la composición corporal de las personas seropositivas tras varios años de tomar tratamiento antirretroviral.
Y, hasta la fecha, ninguno había comparado los cambios de la composición corporal a largo plazo entre las personas con y sin el VIH.
Por este motivo, un equipo de investigadores de EE UU decidió explorar las variaciones en la composición corporal a lo largo de los años en las personas que toman tratamiento antirretroviral, comparándolos con los observados en un grupo de personas sin el VIH de aproximadamente la misma edad.
Para realizar su análisis, los autores se pusieron en contacto con varias personas con el VIH que habían participado en un ensayo en el que se comparaban distintas combinaciones de antirretrovirales de primera línea.
Como parte del ensayo, algunas de estas personas habían accedido a realizarse un escáner DEXA (siglas en inglés de densitometría dual de rayos X) de cuerpo entero una técnica que permite determinar la composición corporal.
Esto permitió disponer de dos escáneres DEXA de estas personas, uno realizado en el momento de unirse al estudio y, posteriormente, otro a las 96 semanas.
Para este nuevo estudio, a estas personas se les pidió un tercer DEXA, transcurridos unos 5 años desde la semana 96.
El equipo de investigadores pudo disponer así de los datos de los tres escáneres para su comparación el grupo de comparación estuvo compuesto por personas sin el VIH procedentes de dos estudios de larga duración en la que hombres y mujeres se habían realizado escáneres DEXA de cuerpo entero a lo largo de varios años.
Estas personas se situaban en la misma franja de edad que el grupo de personas seropositivas: de 20 a 64 años en el caso de los hombres y de 23 a 55 años en el de las mujeres.
Esto permitió comparar los cambios en la composición corporal (masa magra, grasa total, grasa en el tronco y grasa en las extremidades) entre las personas con y sin el VIH, con la intención de determinar el impacto de diversos factores sobre la composición corporal (edad, sexo, nivel de actividad física o consumo de tabaco y de alcohol).
Además, se llevaron a cabo más análisis en las personas con el VIH para poder identificar otros factores que pudieran afectar de forma independiente en la variación de la composición corporal.
El análisis se centró en 97 personas con el VIH y 614 personas seronegativas.
La mediana de edad fue inferior en el grupo de personas con el VIH que en el grupo de comparación (40 años frente a 46) y en dicho grupo se registró el intervalo de tiempo más amplio entre su primera y última prueba de DEXA (7,6 años frente a 6,9).
La mayor parte de las personas en ambos grupos eran hombres (en torno al 87%).
En el momento del último escáner DEXA, el 86% de las personas seropositivas tenían una carga viral por debajo de 200 copias/mL, mientras que la mediana de su recuento de CD4 fue de 598 células/mm3.
También se observó que las personas con el VIH tuvieron un índice de masa corporal inferior tanto en el momento de realizarse el primer escáner DEXA (24 frente a 28 kg/m2) como en el momento de realizarse el último (27 frente a 29 kg/m2).
Entre el primer y segundo escáner DEXA (es decir, en las primeras 96 semanas) las personas con el VIH ganaron una cantidad mayor de masa magra que las personas sin VIH (una media de 0,53 kg/año frente a 0,06), una diferencia estadísticamente significativa.
A lo largo de este período de 96 semanas, el grupo con el VIH también ganó significativamente más grasa total que el grupo de personas seronegativas (1,43 kg/año frente a 0,15), más grasa en el tronco (0,69 kg/año frente a 0,07) y más grasa en las extremidades (0,70 kg/año frente a 0,08).
Entre los 5 años transcurridos entre el segundo y tercer escáner el grupo de personas con el VIH perdió masa magra mientras que el grupo seronegativo siguió aumentándola (media de -0,28 kg/año frente a +0,06), una diferencia estadísticamente significativa.
En comparación con el grupo seronegativo, el grupo de personas con el VIH ganaron una cantidad significativamente mayor de grasa total en los 5 años transcurridos entre la segunda y tercera prueba DEXA (un promedio de 0,70 kg/año frente a 0,15).
A lo largo de dicho período, las personas con el VIH también ganaron significativamente más grasa en el tronco (0,38 kg/año frente a 0,07) y en las extremidades (0,28 kg/año frente a 0,08).
En las 96 primeras semanas del estudio, entre las personas con el VIH el único factor ligado a mayores aumentos de masa magra, grasa total, grasa en el tronco y grasa en las extremidades fue el tener un menor recuento de CD4 antes de iniciar el tratamiento.
Por su parte, durante los cinco años transcurridos entre el segundo y tercer escáner DEXA los factores relacionados con la pérdida de masa magra fueron tener una edad avanzada y ser de etnia negra.
Durante ese mismo período, el tener una mayor edad y ser de sexo femenino estuvieron relacionados con menores incrementos en la grasa total, la grasa del tronco y la grasa en las extremidades.
Este estudio permitió confirmar lo que se sospechaba de otros ensayos, que las personas con el VIH aumentan sus niveles de masa magra y grasa en los primeros 2 años de tratamiento antirretroviral y que este aumento es superior al de las personas sin el VIH.
En el caso de las personas con niveles bajos de grasa y masa magra debido a la infección, estos aumentos son un signo de recuperación de la salud con la terapia antirretroviral.
Sin embargo, el segundo gran hallazgo del estudio fue que, en comparación con las personas seronegativas, las personas con el VIH siguieron ganando grasa en los siguientes 5 años de seguimiento, mientras que perdieron masa magra.
Esta observación resulta más preocupante, ya que tener unos niveles elevados de grasa y una masa magra baja puede constituir un problema para la salud.
Así, el equipo de investigadores sugiere que estas alteraciones corporales podrían explicar las mayores tasas de fragilidad observadas en las personas con el VIH (en comparación con la población general de la misma edad).
No obstante el estudio no explica el motivo por el que las personas que toman antirretrovirales durante muchos años pierden masa magra y aumentan su nivel de grasa.
Estos cambios no pueden explicarse ni por el tipo de antirretrovirales, ni por el consumo de tabaco o alcohol ni por la falta de actividad física.
El análisis estadístico vinculó la mayor edad y la etnia negra a una mayor pérdida de masa magra, pero esto no significa que estos dos factores sean los responsables de esta disminución sino que las personas de mayor edad y las de dicha etnia corren un mayor riesgo de sufrirla.
Estos hallazgos ponen de relieve la importancia de mantener la masa magra (incluyendo el músculo) y evitar ganar demasiado peso durante los muchos años que cabe esperar que las personas con el VIH tengan que tomar tratamiento.
El grupo con el VIH en este estudio empezó a tomar el tratamiento antirretroviral cuando su índice de masa corporal mediano era 24 kg/m2, dentro del intervalo considerado normal (de 18,5 a 24,9 kg/m2).
Sin embargo, siete años más tarde este grupo tenía un índice de masa corporal mediano de 27, lo que lo sitúa dentro del rango de sobrepeso.
Por este motivo, las personas con el VIH en tratamiento que estén perdiendo masa muscular o ganando demasiado peso deberían hablar con el médico del VIH que pueda evaluar la conveniencia de realizar cambios en la dieta o en los hábitos de ejercicio (derivando a los especialistas correspondientes) para ayudar a ganar o mantener la masa magra.
Fuente: Sax PE, Tierney C, Collier AC, et al. Abacavir/lamivudine versus tenofovir DF/emtricitabine as part of combination regimens for initial treatment of HIV: final results. J Infect Dis. 2011;204:1191-1201.
Herrin M, Tate JP, Akgün KM, et al. Weight gain and incident diabetes among HIV-infected veterans initiating antiretroviral therapy compared with uninfected individuals. J Acquir Immune Defic Syndr. 2016;73:228-236.
Website The Journal of Infectious Diseases:
Website Journal of Acquired Immune Deficiency Syndromes (JAIDS):
http://journals.lww.com/jaids/pages/