Un nuevo estudio subraya la importancia de incorporar su identificación y tratamiento entre los cuidados habituales dirigidos a esta población de pacientes
Según un estudio presentado en la Conferencia Anual de la Asociación Británica del VIH (BHIVA, en sus siglas en inglés), celebrada durante el mes de Abril en Birmingham, una cuarta parte de las personas con VIH en el Reino Unido padece un trastorno depresivo.
Es conocido que la incidencia de depresión es más alta en personas con VIH, hecho que a menudo se relaciona con el impacto psicológico de convivir con una enfermedad crónica todavía estigmatizada en el ámbito social:
Un estado emocional disfuncional puede repercutir de forma negativa en la salud de la persona seropositiva y su cuidado.
Los resultados del estudio también sugieren una fuerte vinculación entre síntomas depresivos y desempleo, pobreza y escaso apoyo social; así como una relación entre depresión y un incremento del riesgo de problemas con la adhesión al tratamiento y una carga viral detectable.
Con el fin de recabar datos, los investigadores incluyeron preguntas sobre depresión en los cuestionarios autocumplimentados entregados a las personas inscritas en la cohorte ASTRA, estudio observacional multicéntrico acerca de la conducta sexual de riesgo, las actitudes en torno a la transmisión del VIH y sobre el tratamiento antirretroviral llevado a cabo entre pacientes con VIH bajo tratamiento en centros del Reino Unido.
Los 2.175 inscritos son personas que reciben atención en una de las seis consultas externas de VIH que participan en el ensayo.
El perfil de las personas participantes, que no coincide enteramente con el de la mayor parte de la población seropositiva en el país británico, es el siguiente: el 73,4% son hombres homosexuales o bisexuales; el 10,1%, hombres heterosexuales y el 16,4%, mujeres. La edad media es de 44 años y la inmensa mayoría toman terapia antirretroviral.
Las preguntas acerca de los síntomas depresivos se obtuvieron mediante una herramienta validada conocida como PHQ-9, que interroga a la persona encuestada sobre si ha padecido nueve síntomas diferentes durante las últimas dos semanas, así como con qué frecuencia.
Los resultados indicaron que el 26,6% de los encuestados tenían un trastorno depresivo; es más, para el 19,1%, este era un cuadro depresivo mayor.
Usando una clasificación diferente, la escala de gravedad de la depresión, el 20,6% presentaba depresión leve; el 20,4%, depresión moderada y el 6,6%, depresión grave.
Para que sirva como referencia, el 7% de la población general inglesa tiene depresión moderada o grave.
Sin embargo, una comparación más apropiada sería con respecto a personas que tienen otra afección médica crónica, como la diabetes.
Asimismo, las tasas de depresión no variaron en función del género, orientación sexual, origen étnico o país de nacimiento.
Por otro lado, se hallaron asociaciones destacadas con respecto a los factores socioeconómicos.
Todos resultaron ser estadísticamente significativos en un modelo multivariable.
Mientras el 15,3% de las personas con empleo mostraban síntomas de depresión, el 43,4% de las personas sin empleo y el 52,8% de las que no trabajaban debido a enfermedad o discapacidad mostraban síntomas.
Entre las personas que afirmaban haber tenido siempre el dinero suficiente para cubrir sus necesidades básicas, el 13,3% tenía síntomas depresivos; pero entre aquellas que comentaban que sólo en algunas ocasiones tenían dinero suficiente, el 43,2% presentaba síntomas.
En cuanto a los participantes que decían no poder cubrir nunca sus necesidades básicas, el 53,0% tenía depresión.
Por otra parte, los expertos hallaron una asociación entre el aumento de la gravedad de la depresión y unos valores más elevados de viremia detectable.
Como la vinculación entre depresión y unos peores resultados virológicos podía deberse simplemente a la asociación entre depresión y baja adhesión al tratamiento, se llevaron a cabo más análisis para clarificar esta cuestión: en términos estadísticos, padecer depresión continuó siendo un factor de riesgo de tener viremia detectable, incluso después de ajustar por otros factores como la no adhesión.
Sin embargo, es básico señalar que la adhesión fue autoinformada y se refería sólo a la adhesión reciente, en las dos últimas semanas.
Los autores comentan que los datos presentados aquí son transversales (se han obtenido en un momento determinado), y por lo tanto, y aunque muestran una fuerte asociación entre depresión y factores sociales, no pueden probar causalidad.
Además, consideran que el examen para detectar posibles síntomas depresivos podría, por sí mismo, ofrecer información valiosa a los médicos acerca de la adhesión al tratamiento, más allá de lo revelado por los pacientes al preguntarles acerca de dosis perdidas.
Unas conclusiones que remarcan la importancia de una atención integral de las personas con VIH que incluya, además del cuidado físico, la valoración, seguimiento y cuidado del estado emocional.
Fuente: Aidsmap.
Referencia: Lampe F, et al. Depression and virological status among UK HIV outpatients: results from a multi centre study. 18th Annual Conference of the British HIV Association, Birmingham, 2012. Abstract O28.
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