Los problemas de salud mental aumentan el riesgo de infección por el VIH y, por otro lado, las personas que ya tienen este virus corren un mayor riesgo de padecer problemas de salud mental, que pueden desembocar en una menor tasa de retención en los servicios de atención del VIH, un aumento de las conductas de riesgo y un menor compromiso con las medidas de prevención del VIH, según un documento elaborado por ONUSIDA y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En la elaboración del documento se tuvieron en cuenta intervenciones realizadas, protocolos de buenas prácticas, estudios de casos y directrices con el fin de generar un texto que pueda servir de ayuda a los países a la hora de implementar las intervenciones y los servicios y así hacer frente de forma óptima a los retos de salud pública interrelacionados que suponen tanto la salud mental como el VIH.
En dicho documento se destaca la importancia de integrar los servicios de VIH y salud mental, además de implementar otras acciones como derivaciones a servicios de protección social, para las personas con el VIH y otras poblaciones vulnerables.
En los esfuerzos por poner fin a la epidemia del VIH, cada vez más voces reclaman que se preste más atención a la salud mental y el bienestar en el contexto de la prevención, el tratamiento y la atención del VIH.
Para llevar esto a cabo, es preciso contar con un enfoque holístico de los servicios de VIH, centrados en la persona, para garantizar que se aborden las necesidades de las personas que presenten problemas mentales, neurológicos o de consumo de sustancias dentro de los programas de atención, tratamiento y prevención del VIH.
Los resultados de más de 20 años de estudios evidencian que las tasas de problemas de salud mental son frecuentes entre las personas que viven con el VIH o en riesgo de adquirirlo, con valores más elevados que las observados entre la población general.
Por ejemplo, se estima que la prevalencia de depresión en personas con el VIH en el África subsahariana es de un 24%, frente a un valor por debajo del 3% en la población general.
Del mismo modo, un estudio de EE UU encontró una prevalencia del 48% de trastornos por consumo de sustancias entre las personas con el VIH que recibían tratamiento y atención.
Además, los adolescentes con el VIH suelen tener una mayor prevalencia de trastornos mentales (como depresión y ansiedad) en comparación con sus iguales sin el VIH.
También es sabido que las personas con el VIH tienen una probabilidad significativamente mayor de tener pensamientos suicidas y cometer suicidio que la población general.
A esto puede contribuir que las poblaciones clave suelen verse afectadas por el estigma y la discriminación y la marginación social, que, unidos a la vulnerabilidad al VIH y las violaciones de los derechos, constituyen todos ellos factores que pueden provocar tasas elevadas de angustia emocional y trastornos de salud mental.
Las personas jóvenes del colectivo LGTBI experimentan altas tasas de afecciones de salud mental y corren un riesgo desproporcionadamente mayor de suicidio en comparación con la población de su misma edad.
Los trastornos mentales se asocian a una menor adherencia al tratamiento del VIH, a un aumento de las conductas de riesgo y a una menor implicación con las medidas preventivas del VIH.
Del mismo modo que los problemas de salud mental aumentan el riesgo de infección por el VIH, las personas con el VIH corren un mayor riesgo de padecer problemas de salud mental.
Las personas mayores que viven con el VIH son más propensas a sufrir problemas de salud mental (por ejemplo, debido al aislamiento social) y a la disminución del rendimiento neurocognitivo, y tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles, incluida la depresión.
Esto resulta especialmente relevante a medida que más personas reciben tratamiento y atención del VIH y su promedio de edad aumenta.
El texto elaborado por ONUSIDA y la OMS lamenta que, a pesar de la existencia de métodos eficaces de prevención, detección, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales más comunes (como la depresión y la ansiedad), que pueden implementarse incluso en países de pocos recursos, los servicios de atención de las enfermedades mentales, neurológicas y de consumo de sustancias no suelen estar integrados en los paquetes de servicios y atención esenciales de otras dolencias que podrían beneficiarse de ello, como es el caso del VIH.
En concreto, el documento señala que los enfoques integrados, centrados en las personas y adaptados al contexto local garantizan mejores resultados clínicos no solo en lo que respecta al VIH en concreto, sino de forma más general sobre la salud, el bienestar y la calidad de vida.
La integración de los servicios de salud mental y el apoyo psicosocial con los servicios relacionados con el VIH constituye una de las acciones prioritarias clave incluidas en la Estrategia Mundial sobre el Sida 2021-2026:
“Acabar con las desigualdades y acabar con el sida” y en la Declaración Política de las Naciones Unidas sobre el VIH y el Sida de 2021: “Acabar con las desigualdades y estar en condiciones de poner fin al sida para 2030”.
En estos documentos se reconoce la interrelación entre el VIH y la salud mental y se hace un llamamiento para que se aborden de forma conjunta a través de servicios integrados, invirtiendo para ello de forma pública en sistemas sanitarios sólidos, resilientes y equitativos, con el fin de poner fin a las desigualdades sanitarias y sociales y acabando con el estigma y la discriminación.
No puede acabarse con la epidemia de VIH sin abordar los problemas de salud mental de las personas con esta infección, de las que corren el riesgo de adquirirla o de las afectadas por este virus, garantizando un acceso equitativo a los servicios relacionados con el VIH para las personas con problemas y afecciones de salud mental y fomentando una cobertura sanitaria universal.
La publicación está dirigida principalmente a las personas que, en el ámbito nacional y local, son responsables de la elaboración de políticas, a las personas que implementan programas (tanto de ámbito mundial como regional, nacional y local), a las organizaciones que trabajan en el ámbito de la salud, el VIH, la salud mental y otros servicios relacionados, a la sociedad civil y a las organizaciones y activistas comunitarios.
De todos modos, a pesar de que el documento se centra fundamentalmente en la integración de la salud mental con los servicios de VIH y otras intervenciones, sus conclusiones también pueden tener relevancia para otras enfermedades como la tuberculosis, las hepatitis virales o las infecciones de transmisión sexual.
Website ONUSIDA/UNAIDS:
https://www.unaids.org/