El COVID-19 grave puede provocar alteraciones duraderas en el sistema inmunológico innato, la primera línea de defensa contra los patógenos, según un pequeño estudio financiado por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, parte de los Institutos Nacionales de Salud.
Estos cambios pueden ayudar a explicar por qué la enfermedad puede dañar tantos órganos diferentes y por qué algunas personas con COVID prolongado tienen altos niveles de inflamación en todo el cuerpo.
Los hallazgos fueron publicados en línea hoy en la revista Cell.
Investigadores dirigidos por Steven Z. Josefowicz, PhD, de Weill Cornell Medicine en la ciudad de Nueva York examinaron células y moléculas inmunitarias en muestras de sangre de 38 personas que se recuperaban de COVID-19 grave y otras enfermedades graves, así como de 19 personas sanas.
En particular, los investigadores establecieron una nueva técnica para recolectar, concentrar y caracterizar células madre formadoras de sangre muy raras que circulan en la sangre, eliminando la necesidad de extraer dichas células de la médula ósea.
En estas raras células madre (padres de las células del sistema inmunológico) extraídas de personas que se recuperaban de COVID-19, los científicos identificaron cambios en las instrucciones mediante las cuales los genes se activaban o desactivaban.
Estos cambios se transmitieron a las células hijas, lo que las llevó a estimular la producción de células inmunitarias llamadas monocitos.
En los monocitos de personas que se recuperaban de una enfermedad grave de COVID-19, los cambios en la expresión genética llevaron a las células a bombear mayores cantidades de moléculas llamadas citoquinas inflamatorias que los monocitos de personas sanas o que padecían enfermedades distintas a la COVID-19.
Los investigadores observaron estos cambios hasta un año después de que los participantes contrajeran COVID-19.
Debido al pequeño número de participantes en el estudio, los científicos no pudieron establecer una relación directa entre los cambios celulares y moleculares y los resultados de salud.
Los investigadores sospecharon que una citocina inflamatoria llamada IL-6 podría desempeñar un papel en el establecimiento de cambios en las instrucciones de expresión genética.
Probaron su hipótesis tanto en ratones con una enfermedad similar a la COVID-19 como en personas con COVID-19.
En estos experimentos, algunos de los sujetos recibieron anticuerpos en la etapa temprana de la enfermedad que impidieron que la IL-6 se uniera a las células.
Durante la recuperación, estos ratones y personas tenían niveles más bajos de instrucciones de expresión genética de células madre alteradas, producción de monocitos y producción de citoquinas inflamatorias que los sujetos que no recibieron el anticuerpo.
Además, los pulmones y cerebros de los ratones que recibieron los anticuerpos tenían menos células derivadas de monocitos y menos daño orgánico.
Estos hallazgos sugieren que el SARS-CoV-2 puede provocar cambios en la expresión genética que, en última instancia, aumentan la producción de citocinas inflamatorias, y un tipo de esas citocinas perpetúa el proceso al inducir estos cambios en las células madre incluso después de que la enfermedad ha terminado.
Además, los hallazgos sugieren que la IL-6 de acción temprana es probablemente un importante factor de inflamación a largo plazo en personas con COVID-19 grave.
Estos hallazgos arrojan luz sobre la patogénesis de la infección por SARS-CoV-2 y pueden proporcionar nuevas pistas para terapias.
Los resultados también subrayan la importancia de mantenerse al día con las vacunas COVID-19 recomendadas, que han demostrado proteger contra enfermedades graves, hospitalizaciones y muerte.
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