Los potenciales efectos adversos de tipo psiquiátrico asociados a interferón pegilado requerirían un seguimiento más estrecho de la salud mental de los pacientes.
Casi tres cuartas partes de los reclusos con hepatitis C que se disponen a realizar el tratamiento con interferón pegilado y ribavirina presentan desórdenes de personalidad.
Ésta es la conclusión a la que ha llegado un estudio español llevado a cabo en 25 centros penitenciarios y que fue presentado en el 48 Encuentro Anual de la Asociación Europea para el Estudio del Hígado (EASL 2013).
Los autores del estudio llevaron a cabo un test de personalidad (conocido como Cuestionario Diagnóstico de la Personalidad 4+ [PDQ-4+, en sus siglas en inglés]) a personas privadas de libertad antes de iniciar terapia doble frente al VHC.
Los participantes fueron incluidos a lo largo del año 2011. Aparte del cuestionario, los investigadores realizaron entrevistas en las que se registraron factores sociodemográficos (tales como edad, sexo o tiempo de internamiento) o epidemiológicos (coinfección por VIH, grado de fibrosis, carga viral, genotipo del VHC, fecha del diagnóstico de infección por VHC, uso de drogas en general o inyectables en particular, entre otros).
El ensayo contó con la participación de 257 personas, de las cuales 195 (el 75,9%) cumplimentaron adecuadamente el cuestionario y pudieron ser incluidas en el análisis final.
No se observaron diferencias significativas entre las características del grupo de participantes con cuestionario evaluable y las de aquellos no incluidos en el análisis final.
La mediana de la edad de las 195 personas que tomaron parte era de 40 años, el 92,3% eran hombres, el 87,1%, de etnia blanca, el 79,1%, usuarios de drogas intravenosas y el 25,3% presentaban coinfección por VIH.
Entre las personas coinfectadas, la prevalencia de uso de drogas inyectables era aún más elevada que entre aquellas no coinfectadas (del 95,2% y el 73,7%, respectivamente).
Además, entre aquellas personas usuarias de drogas intravenosas, la mediana del tiempo usando este tipo de drogas era mayor en coinfectados que en monoinfectados por VHC (23,6 y 18,1 años, de forma respectiva), como mayor era también el tiempo tras el primer internamiento en un centro penitenciario (20 y 14,5 años, respectivamente).
A nivel global, la prevalencia de desórdenes de personalidad fue del 73,2% (intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 66-78,6%).
El desorden de personalidad más prevalente fue el trastorno antisocial de la personalidad (46,7%), seguido por el trastorno límite de la personalidad (30,8%) y el trastorno delirante (29,2%).
El 51,3% de los participantes presentaban más de un desorden de la personalidad.
No se apreciaron diferencias significativas entre las personas con trastornos de la personalidad y aquellas sin dichas enfermedades en lo relativo a edad, sexo, coinfección por VIH o uso de drogas.
Sin embargo, la prevalencia de este tipo de afecciones fue significativamente inferior en personas con VHC de genotipo 4 (56,8%) a la detectada en aquellas con otros genotipos del virus (74,7%) [p= 0,03].
Los resultados del presente estudio muestran una alta presencia de desórdenes de la personalidad entre la población penitenciaria con VHC que va a recibir tratamiento.
Dados los relativamente frecuentes efectos adversos psiquiátricos asociados al uso de interferón pegilado, puede concluirse que sería muy necesario un seguimiento estrecho de la salud mental de estas personas durante el tratamiento y la concurrencia de un equipo multidisciplinar de médicos, que debería contar, al menos, con un psiquiatra.
Por desgracia, la situación actual en los centros penitenciarios españoles dista mucho de cómo debería ser el seguimiento clínico óptimo de los pacientes con enfermedades graves dadas las restricciones en el acceso a las nuevas terapias triples y las dificultades que implica el medio penitenciario para el adecuado control y seguimiento de una enfermedad crónica durante su tratamiento.
El actual contexto político y económico va en dirección contraria a este tipo de iniciativas, pero cabe tener en cuenta que se basan en evidencias científicas y pueden mejorar la respuesta individual al tratamiento y, a medio y largo plazo, tener un impacto favorable sobre la salud pública.
Referencia: Mouriño AM, Anton JJ, Sainz P, et al. Prevalence of personality disorder in Spanish penitentiary population. Subanalysis of Perseo study. 48th Annual Meeting of the European Association for the Study of the Liver (EASL 2013). Amsterdam. April 24-28, 2013. Abstract 66. Abstract 787.
Articulo:
48th Annual Meeting of the European Association for the Study of the Liver (EASL 2013): www.easl.eu/liver-congress
Website European Association for the Study of the Liver (EASL):
http://www.easl.eu/