El uso regular de preservativos en las relaciones sexuales puede reflejar un mayor cuidado y consideración de las consecuencias adversas, lo que contribuiría a una respuesta emocional y cerebral más positiva ante los estímulos sexuales.
Las mujeres jóvenes de EE UU cuyas parejas sexuales utilizan el preservativo de manera inconsistente tienen una menor respuesta en los circuitos de motivación y recompensa cerebrales ante estímulos sexuales y puntuaciones emocionales inferiores ante estímulos relacionados con la sexualidad en comparación con aquellas mujeres con parejas que utilizan el preservativo de forma sistemática.
Esta es la principal conclusión a la que ha llegado un estudio publicado recientemente en la revista Frontiers in Behavioral Neuroscience.
En EE UU las mujeres jóvenes tienen altas tasas de infecciones de transmisión sexual (ITS), lo que a su vez puede aumentar el riesgo de contraer el VIH.
A pesar de que los factores epidemiológicos y conductuales relacionados con el riesgo de contraer VIH o ITS han sido ampliamente estudiados, poco se sabe sobre los factores cerebrales que pueden estar relacionados con este riesgo.
Estudios previos han revelado correlaciones neuronales asociadas con el comportamiento que aumenta el riesgo de adquirir ITS.
A nivel cerebral, los circuitos ejecutivos permiten que la persona evalúe las elecciones y las consecuencias futuras asociadas a un comportamiento en particular (por ejemplo, si tener relaciones sexuales o no) y permiten la inhibición del comportamiento asociado con los riesgos (por ejemplo, tener relaciones sexuales sin el uso del preservativo).
Gran parte de la investigación realizada en esta área se ha centrado en los adolescentes y el papel de los circuitos reguladores a nivel cortical. Sin embargo, poco se sabe sobre los circuitos cerebrales (subcorticales) de recompensa y motivación y su papel en la asunción de riesgos sexuales.
Con el fin de arrojar un poco más de luz sobre esta cuestión, investigadores de la Universidad de Pensilvania (Filadelfia, EE UU) decidieron llevar a cabo un estudio.
Los investigadores partían de la hipótesis de que las mujeres con una mayor actividad en los circuitos de motivación y recompensa reportarían conductas sexuales de mayor riesgo y una mayor preferencia afectiva a los estímulos sexuales de tipo visual.
Para llevar a cabo el estudio, se contó con la participación de 52 mujeres con edades comprendidas entre los 18 y 24 años.
Del total de las participantes, 17 de ellas reportaron utilizar el preservativo de manera consistente en todas sus relaciones sexuales y las restantes 35 refirieron un uso inconsistente en los últimos 3 meses.
La principal medida para evaluar el riesgo sexual fue el uso del preservativo durante las relaciones sexuales en los últimos 3 meses.
Asimismo, también se recopilaron datos sobre otras conductas relacionadas con la vida sexual de la persona, el número de parejas sexuales a lo largo de la vida, el número de parejas sexuales en los últimos 3 meses, la práctica de la penetración anal a partir de los 15 años, el uso de alcohol u otras sustancias antes de tener relaciones sexuales, la frecuencia de la penetración vaginal, el conocimiento del estado serológico al VIH y otras ITS de la pareja y el comportamiento sexual de la pareja fuera de la relación.
Las participantes se sometieron a la prueba de imagen por resonancia magnética funcional (IRMf) de contraste dependiente del nivel de oxígeno en la sangre (BOLD, en sus siglas en inglés) donde se compararon las respuestas cerebrales ante la presencia de diferentes estímulos.
Dichos estímulos tenían diferentes connotaciones (sexual, aversivos, comida o neutros) y se presentaron 24 estímulos de cada tipo.
En contraposición a la hipótesis inicial planteada por los investigadores, las mujeres jóvenes que utilizaban el preservativo de manera inconsistente tuvieron una activación de las regiones cerebrales mesolímbicas (sistema de recompensa) significativamente menor y puntuaciones más bajas (por tanto, menos positivas) a los estímulos de tipo sexual en comparación con las participantes con un uso consistente del preservativo.
Según los investigadores, el uso regular de preservativos en las relaciones sexuales puede reflejar un mayor cuidado y consideración por las consecuencias adversas, lo que contribuiría a una respuesta emocional y cerebral más positiva ante los estímulos sexuales.
Estos hallazgos contrastan con los obtenidos en estudios anteriores realizados en hombres, en los que se observó que una mayor respuesta cerebral a las señales sexuales se relacionaba con mayores conductas sexuales de riesgo.
De acuerdo con los investigadores, comprender la relación entre respuestas cerebrales y estímulos sexuales asociados a un mayor riesgo sexual pueden ayudar a diseñar las herramientas de prevención que contemplen las respuestas a nivel cerebral.
Website Frontiers in Behavioral Neuroscience:
https://www.frontiersin.org/journals/behavioral-neuroscience