Cabotegravir (Vocabria®) y rilpivirina (Rekambys®), como terapia de acción prolongada y administración inyectable, es el único régimen actualmente disponible de estas características para el tratamiento del VIH .
Ambos medicamentos se presentan en forma de solución inyectable administrada por profesionales sanitarios –enfermeras, principalmente– a través de inyecciones intramusculares en los glúteos.
Un nuevo estudio publicado en Clinical Infectious Diseases ha evidenciado que dicho régimen antirretroviral podría potencialmente autoadministrarse mediante inyecciones intramusculares en los muslos en lugar de las inyecciones actuales en los glúteos administradas por profesionales sanitarios.
La autoadministración de la medicación antirretroviral por el propio paciente a través de inyecciones en los muslos podría resultar a priori una opción conveniente y atractiva tanto para el propio paciente –que ya no tendría que acudir a las visitas de administración de las inyecciones en el hospital– como para los sistemas de salud –que podrían evitar el coste sanitario que supone la administración de estos medicamentos en el hospital– y para la equidad de los sistemas sanitarios superando las potenciales barreras y haciendo que estos fármacos estén disponibles para cualquier persona con el VIH que los pueda necesitar.
Las 118 personas con el VIH que participaron en el estudio presentaron diferencias en los niveles de los fármacos tras la inyección glútea y la inyección en los muslos que no se consideraron clínicamente significativas.
Ningún participante presentó carga viral detectable después de las inyecciones en los muslos.
Los investigadores apuntaron que los niveles máximos de los medicamentos en sangre eran generalmente más elevados en los muslos que en los glúteos una semana después de las inyecciones, especialmente en aquellos pacientes que recibían inyecciones cada 2 meses.
Este hallazgo se explicaría por una absorción más rápida en los muslos que en los glúteos tras su administración .
Una absorción más rápida de cabotegravir provoca concentraciones mínimas más bajas en estado estacionario –cuando el tratamiento se utiliza a largo plazo y se realizan mediciones de los niveles promedio–.
El modelado farmacocinético poblacional realizado como parte del presente estudio sugirió que, si las inyecciones en los muslos se administraran de manera continua, deberían ser mensuales en lugar de cada 2 meses –la pauta seguida actualmente en la mayoría de quienes reciben el tratamiento inyectable-– para mantener concentraciones eficaces del fármaco.
Sin embargo, la administración temporal en los muslos —por ejemplo, en personas con problemas en el sitio de inyección de la región glútea— sería viable con ambos esquemas de inyección: mensual o cada 2 meses.
Los participantes recibieron inyecciones en los muslos durante 16 semanas. Los 64 participantes en el esquema de inyección mensual recibieron ocho inyecciones en los muslos (cuatro de cabotegravir y cuatro de rilpivirina) , mientras que los 54 participantes en el esquema bimensual solo recibieron cuatro (dos de cabotegravir y dos de rilpivirina).
Dado que todos los participantes habían estado tomando cabotegravir y rilpivirina durante al menos 3 años, es probable que antes de ingresar en el estudio ya tuvieran una acumulación significativa de los fármacos en su organismo.
Los participantes del estudio no constituían una muestra especialmente diversa: el 80% eran personas blancas, el 65% eran hombres y la edad promedio era de 48 años. Además, el índice de masa corporal (IMC) promedio fue de 25,4 kg/m² (ligero sobrepeso).
Dado que existe cierta preocupación sobre concentraciones subóptimas de cabotegravir y rilpivirina en personas con obesidad, incluir más participantes con un IMC más elevado hubiera sido valioso.
En todo caso, cabe destacar que un estudio descartó dicha asociación entre obesidad y concentraciones más bajas del tratamiento inyectable.
En la línea de estudios previos sobre inyecciones en los glúteos, el dolor y otras reacciones en el punto de inyección fueron comunes (tuvieron lugar en el 70% de los participantes).
Tras haber probado ambos puntos de inyección, el 30% de los participantes prefirió la administración en los muslos, el 61% en los glúteos y el 9% no expresó preferencia.
Aunque las inyecciones en el estudio fueron administradas por profesionales de la salud, los presentes hallazgos podrían abrir camino a la autoadministración.
La accesibilidad del sitio de inyección es un requisito imprescindible para poder autoadministrarse una inyección intramuscular, y que el punto de inyección sea el muslo lo hace posible.
Los resultados del presente estudio suponen un primer paso hacia la autoadministración de cabotegravir y rilpivirina, aunque será necesario un estudio de mayor tamaño muestral y mayor duración para lograr la aprobación de la autoadministración por parte de las autoridades sanitarias.
Un estudio de mayor duración y con una población más diversa probablemente podría conllevar cambios en el marco regulatorio en el caso de evidenciar una no inferioridad de las inyecciones autoadministradas respecto a las administradas en los glúteos por los profesionales sanitarios.
Otro punto a tener en cuenta es que en el presente estudio, tras probar ambos puntos de inyección, los participantes prefirieron los glúteos (quizás por ser inyecciones menos dolorosas).
De replicarse a mayor escala, la conveniencia de la autoadministración podría ser menos atractiva para los potenciales pacientes si esta va acompañada de una mayor percepción del dolor en el sitio de inyección.
Website Clinical Infectious Diseases:
https://academic.oup.com/cid