La detección en este nivel asistencial contribuiría a reducir el diagnóstico tardío.
Según los resultados de un estudio publicado en la edición de mayo de la revista Sexually Transmitted Infections, a través de una intervención educacional dirigida a un público diana formado por médicos y enfermeras de atención primaría se podría triplicar el número de pruebas del VIH que se realizan en este nivel asistencial.
Se calcula que una tercera parte de las personas con infección por VIH no lo saben y aproximadamente la mitad están en fase avanzada cuando son diagnosticadas.
Promover el diagnóstico precoz es fundamental tanto en términos de salud individual como de salud pública.
Para lograr este objetivo, no cabe duda que resulta fundamental promover y acercar la prueba del VIH a las poblaciones en mayor situación de riesgo –como por ejemplo, los hombres que practican sexo con otros hombres– en entornos no sanitarios.
No obstante, la atención primaria también ocupa una posición inmejorable para conseguirlo.
Aunque las directrices recomiendan la promoción de la prueba del VIH en la atención primaria, lo cierto es que su implementación ha sido hasta hoy bastante irregular.
Por ejemplo, en España no se dispone de estudios sobre la promoción del test del VIH en dicho nivel asistencial y hay pocos datos sobre la anamnesis sexual, sobre la percepción del riesgo de transmisión y sobre la necesidad de realización de la prueba.
De hecho, la falta de habilidades en la anamnesis sexual (herramienta comunicativa que permite al profesional sanitario comentar con franqueza las cuestiones sexuales y dar al paciente la oportunidad de que exprese sus preocupaciones sobre estos temas) y/o sobre el uso de sustancias; el desconocimiento de la historia natural de la infección por VIH; y la presión asistencial así como el escaso tiempo en las consultas rutinarias se han identificado como posibles barreras por las que el personal sanitario no ofrece la prueba del VIH a sus pacientes.
Por otro lado, existe escasa evidencia científica que pruebe que los resultados observados en los pacientes se vean influidos por los materiales educativos impresos para médicos y las reuniones a las que estos asisten.
Sin embargo, existen ciertos indicios de que las intervenciones de amplio espectro dirigidas a un público diana más amplio sí pueden provocar cambios.
Un equipo de investigadores de Birmingham (Reino Unido) viene desarrollando desde hace un tiempo un programa llamado Salud Sexual en la Práctica Clínica (SHIP, en sus siglas en inglés), que incluye simulación de casos siguiendo la técnica de role play, sesiones interactivas y enseñanza didáctica.
Gran parte de este programa es realizado por médicos y enfermeras que actúan como líderes locales, explican cómo se pueden abordar las barreras y describen los servicios que están disponibles en la zona.
El programa SHIP se ocupa de todos los aspectos relacionados con la salud sexual, incluidas las infecciones de transmisión sexual y la anticoncepción.
Reconoce que para ofrecer y proporcionar la prueba del VIH, el personal sanitario necesita conocimientos clínicos y habilidades en la comunicación, la evaluación del riesgo y la anamnesis sexual, así como confianza y motivación.
El programa presta especial atención al estigma asociado al VIH.
En consonancia con las directrices nacionales, la formación promueve la prueba del VIH en una serie de escenarios: a petición del paciente; cuando se identifican factores de riesgo en la consulta; cuando los síntomas pueden estar asociados con la infección por VIH; y como parte de un cribado (por ejemplo, en una área de alta prevalencia, a todas las mujeres que solicitan métodos anticonceptivos).
En 2010-2011, se implementó el programa SHIP en Haringey, en el norte de Londres, una zona que presenta la duodécima mayor prevalencia de VIH de todo el país.
Un total de 52 médicos y 28 enfermeras asistieron a las sesiones de formación sobre la prueba de VIH.
En total, tres cuartas partes de todos los centros de atención primaria locales tenían al menos un miembro del personal que participó en la formación.
Los centros que no enviaron personal tendieron a tener un menor número de pacientes y ofrecer menos tests del VIH antes de que se iniciara la capacitación.
El programa constó de dos a tres sesiones en horario de tarde.
Para fomentar la asistencia, el programa cubrió los gastos de personal contratado para hacer las suplencias y suministró condones y pruebas de embarazo gratuitas.
Con todo, no hubo incentivos económicos para los médicos por proporcionar a sus pacientes la prueba del VIH.
Con el fin de evaluar el impacto de la formación en el comportamiento clínico y los resultados de los pacientes, los laboratorios locales de análisis ofrecieron datos acerca de las pruebas del VIH solicitadas en la atención primaria.
Se compararon los datos correspondientes a los dos años anteriores a la puesta en marcha del programa con los datos obtenidos los seis meses posteriores a la finalización de la formación.
Una limitación del estudio es que éste no prueba si las tasas de realización del test del VIH se mantendrán a largo plazo.
Antes de la formación, los centros de atención primaria que participaron efectuaban 2,29 pruebas del VIH por cada 1.000 pacientes por año.
Tras la capacitación, se apreció que la cifra aumentó a 6,66 pruebas por 1.000 pacientes por año, lo que supone casi el triple de la tasa inicial.
Al mismo tiempo, en los centros que no habían participado, se halló que la tasa de pruebas no había cambiado significativamente, pasando de 1,54 a 1,90 pruebas del VIH cada 1.000 pacientes por año.
Si bien el número de pruebas del VIH iba en aumento, aunque de forma muy lenta, antes de la intervención (0,1 test más por mes), el mayor incremento se observó durante el periodo de seis meses de seguimiento con 3,5 pruebas del VIH más por mes.
A medida que se realizaron más pruebas, más personas fueron diagnosticadas de infección por VIH.
Se mantuvo la proporción de pruebas que dieron un resultado positivo (alrededor del 1,5%), lo que indica que las pruebas se ofrecían a las personas adecuadas.
El aumento de los tests se concentró en las zonas del barrio con mayor prevalencia del VIH.
En sus conclusiones, los autores señalan que su análisis demuestra que la puesta en marcha de programas de formación de estas características es muy probable que aumenten la promoción de la prueba en la atención primaria lo que contribuiría a reducir la tasa de diagnóstico tardío de la infección por VIH.
Fuente: Aidsmap
Referencia: Pillay TD, et al. Unlocking the potential: longitudinal audit finds multifaceted education for general practice increases HIV testing and diagnosis. Sexually Transmitted Infections 89: 191-196, 2013.
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