Una combinación de ejercicio y dieta mejoró significativamente la salud metabólica y hepática en personas con esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica (MASH), según los resultados de un estudio publicado en el Journal of Hepatology.
Las personas que redujeron su ingesta calórica y realizaron ejercicio regularmente durante 10 meses experimentaron beneficios clínicamente significativos, como pérdida de peso, mejor estado cardiovascular, mayor sensibilidad a la insulina, reducción de la grasa hepática y mejor salud hepática.
“La obesidad y la diabetes están aumentando en el país y son los dos principales factores de riesgo de la enfermedad del hígado graso”, dijo en un comunicado de prensa la investigadora principal Elizabeth Parks, PhD, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Missouri. “Pudimos demostrar en nuestra investigación cómo la dieta y el ejercicio deberían ser los pilares del tratamiento de la enfermedad”.
La enfermedad hepática esteatótica asociada a disfunción metabólica (MASLD), el nuevo nombre de la enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD), y su forma más grave, MASH (anteriormente NASH), son responsables de una proporción creciente de enfermedad hepática avanzada en todo el mundo.
La nueva terminología enfatiza el vínculo con la obesidad, la diabetes y otras anomalías metabólicas.
La acumulación de grasa en el hígado puede provocar fibrosis, cirrosis e incluso cáncer de hígado.
El primer medicamento para la MASH fue aprobado este año, pero el tratamiento aún depende en gran medida de cambios en el estilo de vida, como la pérdida de peso y el ejercicio.
Parks y sus colegas evaluaron los efectos de una intervención de dieta y ejercicio de 10 meses sobre la progresión de la enfermedad hepática en personas con MASH (NCT03151798).
Este estudio es el primero en examinar el impacto de la dieta y el ejercicio en la salud del hígado y confirmar la recuperación del órgano a través de imágenes y biopsias diagnósticas, según los investigadores.
Estas técnicas permiten medir la inflamación del hígado, la acumulación de grasa, el desarrollo de fibrosis y otros indicadores de la salud del hígado.
Otros estudios han investigado el impacto de la dieta o el ejercicio en el hígado, no de ambos, señaló Parks.
Para el estudio, 16 personas con MASH fueron asignadas aleatoriamente para participar en la intervención, que incluyó asesoramiento sobre reducción de la ingesta calórica, una dieta restringida y entrenamiento en intervalos de alta intensidad supervisado tres veces por semana.
Los nutricionistas determinaron la mejor ingesta de alimentos para cada participante y rastrearon su ingesta calórica y de nutrientes. Otros ocho participantes recibieron atención estándar dirigida por un médico.
Los investigadores utilizaron espectroscopia de resonancia magnética para medir la grasa hepática y realizaron pruebas bioquímicas y de resistencia a la insulina antes y después de la intervención.
A mitad del período de estudio, el equipo también evaluó la composición corporal y la aptitud cardiorrespiratoria de los participantes.
Las personas en el grupo de intervención experimentaron reducciones significativas en el peso corporal, la masa grasa y el daño hepático en comparación con los que recibieron la atención estándar.
Los pacientes de la intervención perdieron alrededor de 13 a 22 libras y aumentaron la masa muscular, mientras que el grupo de control perdió alrededor de 0 a 9 libras.
El consumo máximo de oxígeno, un indicador de la salud cardiovascular, fue mayor en promedio en el grupo de intervención.
Ambos grupos mostraron reducciones en la ingesta calórica total, la hemoglobina A1c (un marcador de los niveles de azúcar en sangre a largo plazo), la resistencia a la insulina hepática (respuesta hepática reducida a la insulina) y la grasa hepática.
Sin embargo, el grupo de tratamiento experimentó una mejora dos veces mayor en la sensibilidad a la insulina periférica, o la eficacia con la que el tejido muscular y graso utiliza la insulina.
Esta mejora estuvo estrechamente relacionada con un mayor consumo máximo de oxígeno y la resolución de la enfermedad hepática.
“El ejercicio y la restricción energética provocaron efectos terapéuticos significativos y clínicamente significativos en la salud del hígado, posiblemente impulsados por una redistribución del exceso de nutrientes al músculo esquelético, reduciendo así la toxicidad de los nutrientes hepáticos”, concluyeron los autores del estudio.
“Las directrices clínicas deberían hacer hincapié en la incorporación del ejercicio aeróbico a los tratamientos relacionados con el estilo de vida para obtener el mayor beneficio histológico en personas con MASH avanzado”.
Website Journal of Hepatology:
https://www.sciencedirect.com/journal/journal-of-hepatology