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miércoles, 20 de febrero de 2013

Un Mundo sin Sida, un México sin SIDA

Para las nuevas generaciones vislumbrar un mundo sin SIDA debe resultar difícil, aquellos que nacieron en el año de 1981, deberán estar cumpliendo sus 32 años, ya una generación adulta, que nació en el año cuando fueron descritos los primeros casos de esta enfermedad hasta entonces desconocida.
 
Fue en la primavera de ese año en que salieron publicados en revistas médicas científicas de primer orden, los dos primeros trabajos que daban cuenta de dos formas de presentación de esta que era una nueva enfermedad: la Neumonía por Pneumocistis carinii y otro grupo de casos con Sarcoma de Kaposi.
 
Pero un mundo sin SIDA fue realidad para aquellos que hoy traspasamos los 50 años de edad.
 
A nosotros nos tocó como adultos jóvenes la explosión que representó esta epidemia, conocimos con conciencia, el antes y el después.
 
Los casos de sida, en ese entonces ineludiblemente fatal, empezaron a contarse por centenas y por centenas igualmente los muertos, pronto por miles y en unos cuantos años fueron millones de personas afectadas y muertas por esta enfermedad, que no conoció fronteras, ni razas, ni sexos, ni grupos etarios ni sociales.
 
A partir de la fundación de Onusida (la agencia de Naciones Unidas para coordinar la respuesta contra le epidemia a nivel mundial) en 1994, se visibilizó al público general la dimensión de la tragedia, resultaba angustiante ver crecer las cifras que la organización publicaba año con año, millones de personas afectadas, 2 millones de muertes anuales, 15,000 nuevas infecciones por VIH diariamente en el mundo, millones de niños huérfanos, particularmente en África subsahariana, donde la epidemia rompió de un tajo el logro obtenido con los programas de vacunación infantil, cayendo hasta dos décadas la esperanza de vida en algunos países de esta región del mundo.
 
¿Cómo es que ahora hablamos de un Mundo sin Sida? Si el SIDA trajo dolor, sufrimiento y muerte a la familia humana, también hay que decir que movilizó voluntades como ninguna otra enfermedad lo había hecho antes, impulsó la agenda de los derechos humanos, buscando cambiar las sociedades y las leyes para hacer valer estos derechos, la no discriminación; el respeto al individuo cualquiera que sea su raza, sexo, religión o preferencia sexual, el acceso a la atención médica.
 
También impulsó de una forma impresionantemente intensa la investigación biomédica, en ciencias básicas y epidemiológicas.
 
El acervo de información que hoy existe es innumerable, pero también impulsó como nunca antes las políticas públicas basadas en la evidencia científica.
Los políticos actuales no pueden ignorar ni presentarse ignorantes del acervo de conocimientos sobre prevención y tratamientos que se han acumulado en estas; ya más de tres décadas para combatir esta epidemia.
 
Probablemente después del año de 1981 cuando se hizo evidente el inicio de la epidemia, y el de 1985 cuando se comercializaron las primeras pruebas que permitían identificar a personas infectadas, aun sin manifestaciones de la enfermedad, y ello fue el parteaguas para la prevención de la transmisión del VIH por transfusión sanguínea existen otros tres años claves por la presentación de la evidencia científica que marca pautas fundamentales en la lucha contra la epidemia, uno de ellos es 1994 cuando se presentó el estudio que mostró que era posible de evitar que una madre transmitiera la infección a su hijo si recibían ambos tratamiento antirretroviral, el nacimiento se daba a través de cesárea y el niño no era amamantado.
 
El otro es 1996, en Vancouver durante el Congreso Mundial de SIDA se presentaron los primeros estudios con tratamientos combinados que eran altamente efectivos para suprimir la replicación del virus y ello permitía que el sistema inmune se fuese recuperando, de suerte que una persona con enfermedad avanzada, si recibe TARAA, ( se acuño entonces el acrónimo en inglés HAART) se revierte el estado de inmunosupresión y recuperar el bienestar físico que le permite vivir prácticamente normalmente a excepción de tomar sin suspender el tratamiento antirretroviral.
 
Estos estudios fueron replicados en la práctica clínica cotidiana y se desarrollaron otros más sofisticados con nuevos fármacos menos tóxicos, mas amigables de tomar, que facilitan la adherencia al tratamiento.
 
Ya que si una persona no tomó regularmente el tratamiento el virus puede volverse resistente a esos fármacos, y volverse inútil el tratamiento.
 
El último año clave, es precisamente el año pasado, en 2012 se presentó el estudio que demuestra que además el tratamiento antirretroviral altamente activo (siglas en inglés HAART) previene la transmisión sexual entre parejas discordantes.
 
El movimiento social que despertó esta epidemia siguió creciendo, luchando no sólo contra la discriminación y el estigma sino por lograr que cada vez más personas infectadas tengan acceso al tratamiento, y gracias a la expansión del accesos al tratamiento en diversos países y sectores sociales, hoy se sabe en base a la evidencia científica, que el tratamiento antirretroviral a nivel de las comunidades también tiene un impacto preventivo que han permitido disminuir, por vez primera en la historia de esta epidemia, el crecimiento sostenido de los casos, que no había cesado en las tres primeras décadas.
 
Eso entonces tenemos que entender que un Mundo sin Sida, un México sin Sida es aquel donde las personas no mueran de una enfermedad que hoy es controlable al largo plazo con el tratamiento antirretroviral.
 
El avance científico no ha logrado un tratamiento curativo, que sea aplicable masivamente, y que permita erradicar el virus del cuerpo de una persona infectada.
 
Pero sí se ha logrado, que si una persona infectada recibe tratamiento antirretroviral oportuno su esperanza de vida puede casi igualarse a sus pares no infectados, para ello tiene que saber que está infectada antes de que el virus haga estragos.
 
El individuo debe tomar ininterrumpidamente el tratamiento, para evitar que el virus se vuelva resistente a los fármacos.
 
Es fundamental que las personas se hagan la prueba para saber si están o no infectadas, no esperar hasta estar gravemente enfermo para hacerse la prueba.
 
Los mexicanos y las mexicanas tiene que entender que hacerse la prueba del VIH es una esperanza de vida, ya que el tratamiento antirretroviral en nuestro país es accesible para todos aquéllos individuos que los requieren.
 
Un México sin Sida es aquel donde ningún niño nazca infectado con el VIH, para ello es indispensable que toda mujer embarazada tenga acceso a la detección del VIH y de sífilis y al tratamiento antirretroviral para ella y preventivo para su hijo.
 
Un México sin SIDA requiere que el programa de sangre segura continúe con el mismo impulso que se le dio en la primera década de la epidemia, que se cuente con un órgano que rija la supervisión del funcionamiento de los bancos de sangre y no dar marcha atrás en la prohibición del comercio de la sangre y el plasma.
 
Un México Sin SIDA requiere también de una sociedad libre de estigma y discriminación, de jóvenes informados, la educación sexual es una herramienta preventiva, pero se requiere que las personas tengan también acceso a condones, en particular los jóvenes, debe incrementarse la accesibilidad para el uso del condón.
 
Todos estos puntos para lograr un México sin SIDA parecen difíciles, en algunos ha habido logros sobresalientes, como la prevención de la transmisión por vía de la transfusión sanguínea, y en la última década el acceso al tratamiento antirretroviral, pero en otras hay rezagos que no alcanzarán dispensa en el juico de la historia como es la prevención de la transmisión del de VIH madre a hijo.
 
Un México sin SIDA, requiere que todos aquellos infectados tengan acceso al tratamiento antirretroviral, que la persona infectada haga conciencia y se responsabilice de la toma regular y permanente de sus medicamentos.
 
Esto implica decenas de miles de mexicanos recibiendo tratamiento, que les permita vivir sin enfermeras, que una mujer infectada pueda tener un hijo sin que nazca infectado y que ese hijo tengan una madre y un padre que puedan cuidar de él y verlo crecer.
 
Repito, implica decenas de miles de mexicanos recibiendo tratamiento por tiempo indefinido, que vistos con ojos mercantiles representan jugosas ganancias para la industria farmacéutica, particularmente para aquellas que ponen precios a México superiores que los precios a otros países del mismo continente con una epidemia de dimensiones similares, por ello un México Sin Sida requiere que esto sea modificado, sea a través de la negociación con compras consolidadas a nivel nacional y/o por la movilización y la presión social a estas compañías.
Sus precios actuales hacen peligrar la viabilidad del acceso universal al tratamiento antirretroviral en nuestro país, señalemos la necesidad que estas compañías establezcan su compromiso en logar un México Sin Sida, y que aquellos que dirigen estas corporaciones sean sensibles no solo a la ganancia económica sino también al beneficio social que sus productos comprados a precios justos brindan a la sociedad.
 
Esperemos que en esta lucha decidan colocarse con una política de precios más justo, en el sitio para que el juicio de la historia los ubique como verdaderos aliados del país en la lucha contra el SIDA.
 
Hay otros puntos que como nación tenemos que visualizar y que forman parte fundamental para lograr un México sin Sida, la educación y el acceso al desarrollo personal de los jóvenes que los aleje del abuso de sustancias como drogas o alcohol, que incrementan las conductas de riesgo y disminuyen los mecanismos de protección a la salud y prevención del Sida.
 
Por último no quiero dejar de destacar que no podemos esperar a que llegue lo que no ha llegado, después de décadas de investigación para alcanzar un Mundo sin Sida, no ha habido hasta ahora vacuna exitosa en prevenir la infección del VIH, pero sí se sabe mucho en materia de intervenciones preventivas y algunos de estos programas en particular en poblaciones con prácticas de riesgo o en situaciones de mayor vulnerabilidad, los programas preventivos son escasos y en algunas regiones del país inexistentes se requiere mayor inversión y esfuerzo para logara la meta planteada.
 
Construir un México sin Sida es labor de todos, se requieren de todas las voluntades para construir un México con una sociedad más tolerante a la diferencias, que no discriminen, ni estigmaticen a sus miembros, urgimos de una sociedad que respete y aprecie a sus mujeres, a todas sus mujeres, jóvenes, adultas, viejas y ancianas, urgimos de una sociedad sin violencia, con oportunidades de educación y empleo.
 
Queremos todos, eso espero, un México sin SIDA.
 
*Infectóloga del Instituto Nacional de Cancerología. Texto leído en la presentación de la Propuesta de Nueva Estrategia Nacional en VIH/SIDA 2013-2018, el lunes 11 de febrero de 2013.
 
Articulo:
 
Documento Estrategia Nacional 2013-2018:
 
Website Instituto Nacional de Cancerología: