Para conocer mejor a la población trans de El Salvador y sus necesidades de salud, así como los factores que les impiden acceder a una adecuada atención, se ha llevado a cabo un estudio que combina recolección de datos de dos grupos de informantes clave: las propias mujeres trans y proveedores de salud de los sectores públicos y privados.
El análisis arroja que nos encontramos ante una población joven (promedio de 26 años), que se identifica primordialmente como del género femenino y heterosexual, estando a disgusto con la documentación legal que la identifica como varón.
Sus percepciones sobre la transformación corporal son heterogéneas, aunque abunda el uso de hormonas u otras sustancias a lo largo de su vida adulta.
Este grupo ha abandonado precozmente el sistema educativo y tiene serias dificultades para integrarse en el mercado laboral.
Las trans participantes en este estudio relatan frecuentes casos de violencia a lo largo de su vida y recientemente, además de estigmatización y discriminación, también en los centros de salud: negación de la asistencia, postergación en el orden de espera, humillación pública, aislamiento, acoso e intento de abuso sexual, entre otros.
El conjunto de los profesionales de la salud entrevistados muestran una actitud ambivalente frente a la población trans.
Una parte defiende y dice practicar la atención en salud a las trans igual que debe otorgarse a toda persona.
Otra reconoce su desconocimiento o confusión, expresa prejuicio o directamente rechazo hacia la población trans y minusvalora o desprecia sus necesidades de salud.
Con todo, declaran estar muy abiertos a recibir capacitación sobre el tema, lo que puede ayudarles a entender mejor a las usuarias y redundar en un servicio de mayor calidad.
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