Recientemente responsables de la salud pública del Gobierno del Distrito Federal (GDF) han hecho declaraciones sobre el papel de la población de hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH) en la prevención del VIH.
José Armando Ahued Ortega, Secretario de Salud del GDF, ha declarado[1] que se han incrementado los casos de infección por VIH, la explicación que brindó es que los jóvenes HSH han dejado de preocuparse por la transmisión de la misma ya que ahora existen terapias que la controlan.
En el mismo sentido, Luis Manuel Arellano, subdirector de Vinculación e Integración Comunitaria de la Clínica Especializada Condesa (CEC)[2] considera que, a pesar de las campañas de prevención, los HSH siguen sin adoptar medidas para evitar la transmisión del virus, y esto es lo que explica que la epidemia siga concentrada en este grupo epidemiológico.
El mismo directivo señala que entre los HSH el uso del condón cada vez es menos frecuente pues ahora perciben que los tratamientos para el VIH lo han hecho una enfermedad crónica.
Contrario a lo establecido por ambos servidores públicos, al revisar las estadísticas nacionales, se puede observar que no han existido grandes cambios en el comportamiento de la epidemia.
Por ejemplo, según el Informe Nacional de Avances en la Respuesta al VIH y el SIDA 2014[3], se concluye que la epidemia en México, se encuentra estable.
Específicamente, entre los HSH menores de 25 años las prevalencias de VIH fueron de 12.4% para 2011 y de 11.9% para 2013, según encuestas que el Instituto Nacional Salud Pública (INSP) realizó.
Respecto al uso de condón, en el mismo reporte se hace una comparación de las encuestas en población HSH entre el año 2011 y 2013.
En los HSH menores de 25 años el uso del condón fue de 71.8% y 72.4%, respectivamente.
Estos resultados muestran claramente que la mayoría de los HSH están comprometidos con la adopción de medidas de prevención para la infección por VIH, por lo cual no existe sustento a perspectivas fatalistas.
Ante la carencia de sustento para aseverar que la epidemia de VIH está aumentado entre los HSH, puede evidenciarse cierto prejuicio en las declaraciones de los servidores públicos citados.
Su mensaje se enfoca en la “falta de responsabilidad” de los jóvenes HSH para prevenir la transmisión o adquisición del VIH ya que incluso, se dice, en algunos casos los jóvenes buscan intencionalmente infectar o ser infectados.
Con ello, reviven el discurso excluyente que caracterizó a la política de combate al VIH de las décadas de los ochentas y noventas.
En ese periodo se señaló a la comunidad gay como la “culpable” de la epidemia pues sus conductas “irresponsables” eran las que provocaban la rápida expansión de la infección.
Una de las herencias de esos momentos es el rechazo del concepto de “población de riesgo”, que parece que los funcionarios públicos del GDF desconocen, pero en cuyas perspectivas está implícito.
Respecto a que la existencia de tratamientos antirretrovirales ha provocado la reducción en el uso de condón, en México aún no existen datos para poder llegar a una conclusión seria y basada en la evidencia.
Investigaciones de otros países muestran que el acceso al tratamiento al VIH puede ser una más de las múltiples causas que influyen en el no uso de condón [4].
Pero contrario a la postura de nuestros servidores públicos, en dichos estudios no satanizan las prácticas de los sujetos. Interesantemente a nivel mundial ahora se discute si el acceso a los medicamentos para el VIH pueden ser parte de las estrategias para prevenir el VIH[5].
Otra de las lecciones que la epidemia de VIH ha dejado –y que parece que estos funcionarios públicos desconocen– es que el comportamiento sexual no es producto exclusivamente de la voluntad individual.
Desde la década pasada existe el creciente reconocimiento de que la adopción de medidas preventivas no deriva automáticamente de las campañas de promoción del uso de condón.
Los contextos en los que las personas viven determinan en mayor medida si ellas pueden o no adoptar ciertas medias de prevención.
Por ejemplo, en un estudio[6] que realizamos en la que la edad promedio de los participantes fue de 27 años, encontramos que haber tenido una vivencia homofóbica (en la familia, escuela, servicios de salud y/o espacios públicos) se relacionaba con el no uso de condón.
En este trabajo discutíamos que el rechazo social hacia las personas homosexuales puede verse reflejado en aislamiento social, problemas psicológicos y una autovaloración negativa.
Estas situaciones, disminuyen las capacidades individuales al momento de enfrentar situaciones de riesgo de adquirir el VIH, como lo es tomar la decisión o negociación del uso del condón.
Se debe reconocer que, aunque de manera inconsistente, la Secretaria de Salud del Gobierno Federal, ha reconocido que mientras no se combata la homofobia, será difícil controlar la epidemia de VIH.
Es preocupante, entonces, que los servidores públicos utilicen sus opiniones y prejuicios personales para dirigir las instituciones que dan respuesta a uno de los problemas de salud pública más apremiantes que tiene la sociedad mexicana.
Por más de dos décadas los prejuicios contra la población gay joven resultaron en ausencia de políticas de prevención especificas para este sector; al mismo tiempo que reforzaron los estigmas asociados al VIH y a la homosexualidad.
Las autoridades sanitarias locales parecen estar más interesadas en revivir esta “policía médica” que “vigila y castiga” a los irresponsables.
Lo cual es paradójico que se presente en la entidad donde han existido mayores avances legales para proteger los derechos de las poblaciones no heterosexuales.
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